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La dignidad humana en los fascismos

El concepto de dignidad humana se origina de la antigüedad griega, enriqueciendo su significado y alcance a lo largo de la historia, pasando de un concepto vinculado a la posición social, a expresar la capacidad moral de las personas, constituyéndose en un fundamento de los derechos humanos [1]. Durante la etapa clásica no se reconocía el mismo valor jurídico a todos los seres humanos, ni todos los ciudadanos poseían los mismos derechos. Los amos gobernaban a los seres más desvalidos, como es el caso de las mujeres, los niños y los esclavos, quienes se veían sometidos a la voluntad de sus dueños o señores, los únicos que podía disfrutar de derechos civiles y grados de dignidad [2].

La dignidad humana conlleva una obligación de respeto que descarta el tratar a los demás como objetos, además de las relaciones de dominación [3]. Es este respeto hacia el ser humano, el que no apreciamos en algunas producciones basadas en las etapas de auge de la dictadura franquista en España y el nazismo en Alemania. Caracterizadas, sobre todo, por el uso de la violencia.

Un informe de la OMS titulado World Report on Violence and Health [4], expresa que la violencia es el uso de la fuerza, el poder, contra sí mismo, otra persona o comunidad, que produzca lesiones, muerte, daños, privaciones o trastornos de algún tipo. En este sentido, nos encontraríamos con odios prototípicos [5], que vienen a ser odios públicos o políticos y se parecen a los odios indeterminados, ya que conducen al rechazo hacia tipos de personas.

Los casos de los fascismos español y alemán eran caracterizados por el rechazo a los considerados “inútiles” para el sistema, entre los que se incluirían los republicanos, y éstos a su vez rechazaban a los fascistas; a las personas de otras razas que no fueran la blanca; los pertenecientes a otras religiones, como los judíos, musulmanes; los enfermos; los homosexuales. Además de, no el odio específicamente, pero la consideración de inferioridad de las mujeres, a quienes encomendaban la labor de casarse y ser sumisa al sexo masculino. Y, en general, aquellos ciudadanos que no defendiesen la ideología con la que pretendían adoctrinar a la sociedad, ya que eran designados “traidores de la patria”, un delito tipificado con penas de prisión o de muerte.

Entre los medios a través de los cuales los “inútiles” o “traidores de la patria” intentaban sobrevivir tenemos: el estraperlo, la prostitución, el sometimiento a formar parte de la doctrina nacional católica a pesar de estar en contra, ofrecimiento para trabajar para las grandes fortunas y así garantizarse un sustento, obedecer órdenes de las autoridades políticas y civiles. Además de una práctica para favorecer a estas grandes familias que no tenían posibilidades de garantizar descendencia: la compra de bebés, arrebatados a sus madres apenas llegaban al mundo. Ignorando la dignidad de esas madres y las de los niños, que crecerían entre mentiras. Creyéndose, unas hermanas de la caridad, con derecho a vender un niño sano y creer el hecho de estar haciendo “una buena obra”.

El estraperlo formaba parte de estos períodos críticos de fascismos. En paralelo a los precios oficiales, se generó un mercado al margen de estos, lo que daría lugar a unos entornos de desorden, ilegalidad, miseria, al mismo tiempo que la resistencia y represión. Algunos hicieron de este fenómeno un medio para enriquecerse, mientras que la mayoría recurrió a él para garantizarse un sustento [6], debiendo abandonar su honor, su “dignidad”, para satisfacer las necesidades más básicas, llevando a cabo actividades de todo tipo, ya fuere este estraperlo, como la prostitución. Sin embargo, el poder toleraba cuando este mercado era desarrollado por sus adeptos, mientras que reprimía si era practicado por los grupos más humildes, esas  clases sociales a las que no prestaba interés para construir su proyecto político. Este mercado negro constituyó un instrumento para garantizar la continuidad del régimen: por un lado, complacía a sus apoyos sociales que les prestarían su apoyo, y por otro, quebrantaba a las clases sociales más humildes, identificadas con un pasado comunista [7].

Comenta Kant [8], en su Metafísica de las costumbres, que la dignidad es un derecho y un deber de todo individuo, como miembro de la humanidad. Un valor intrínseco del ser humano, que le otorga derecho a no ser instrumentalizado ni despreciado. El desprecio consiste en atribuir a algo carencia de valor y es este ultraje y humillación el que padecían los considerados inferiores, por no defender unos ideales afines. Sin embargo, puede considerarse desprecio o bien, amor a la vida humana, la compra de bebés en ambos puntos geográficos dictatoriales. Compra y venta, tras las que hemos descubierto que existió todo un entramado de personas que prestaban su conformidad con la venta de la vida humana, como si de un producto de consumo se tratase. Sin embargo, consista en un acto de amor o de desprecio, en Alemania irrumpen voces sobre el caso de los niños fecundados o apropiados por la institución Lebensborn, creada por Himmler durante el Tercer Reich, con el objetivo de facilitar y controlar el nacimiento y la posterior educación de niños arios, engendrados por mujeres seleccionadas para este fin y oficiales de la SS. Para este propósito, se crearon una serie de granjas, en países ocupados, como Noruega, donde nació la escritora Gisela Heidenreich, quien desde 2002 hasta 2011 ha presentado varias novelas en las que relata su traumático pasado y donde encontramos también sus investigaciones sobre los silencios de su familia acerca de su origen y las mentiras con las que creció. Estos niños eran adjudicados a familias, con certificados falsos. Los niños descartados eran enviados a campos de concentración infantiles (Kalish, Dzierzazna y Litzmannstadi) o bien a campos de exterminio. Hace unos años, sale a la luz un trabajo publicado en 2012, titulado Niños robados y adopciones forzadas, su presencia en la memoria colectiva en España y Alemania (Arno Gimber y José Manuel Rodriguez), en el cual los autores comparan las acciones del franquismo con las llevadas a cabo por la República Democrática Alemana para castigar a ciudadanos disidentes [9].

Del mismo modo que la condena de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa a España, en marzo de 2006, a causa de la dictadura fascista. Condena que, supuso un reconocimiento internacional al caso de los niños desaparecidos del franquismo. Retenidos a madres republicanas o solteras, para entregárselos en adopción a familias defensoras del régimen a cambio de una retribución monetaria. Menores, que, en la actualidad ya son adultos, que desconocen su verdadera identidad, y están siendo buscados por familiares, a través de asociaciones y plataformas de colaboración, ya que resulta patente el olvido por parte de las Administraciones del Estado, para cumplir la obligación de reparación e indemnización por los daños ocasionados. A diferencia de Alemania, que ha llevado a los tribunales a los últimos desertores nazis hasta hace pocos años [10].

En principio podríamos comentar la serie Sin identidad, en la que una chica de 27 años tiene conocimiento que es adoptada en una visita rutinaria a la ginecóloga y ésta le comenta los problemas de su madre, que tuvieron que operarla dos años antes de su nacimiento, tras lo que no podía quedar embarazada. Hecho que no le cuadra y llega a la conclusión que fue adoptada. Acude a su padre a pedir explicaciones y le pregunta por qué no se lo dijeron, a lo que él responde: “Y, eso, ¿qué importancia tiene?”. A lo que la chica vuelve a preguntar: “¿Tan denigrante fue mi nacimiento como para tener que ocultármelo toda la vida?”.  Creyéndose con autoridad para no proporcionarle la información de sus padres biológicos.

Entre las producciones que vamos a pasar a comentar, se encuentran, en principio, La voz dormida (Benito Zambrano, 2011), donde apreciamos que las hermanas que bautizan a los niños nacidos en el pabellón de madres, son las encargadas de controlar que las prisioneras obedezcan la palabra del señor y quien no siga ese camino, será agredida, vejada e insultada. Como a una mujer, a quien una de las monjas grita “roja sacrílega, que no te mereces ni el aire que respiras”, obligándola a besar una figura de Dios en la que no cree. Más que prestarles un servicio, observamos un adoctrinamiento forzado. Escena que terminará con la figura en el suelo, rota, y varias monjas y encargadas agreden a esta mujer con una porra, mientras le expresa “puta, vas a arder en el infierno eternamente, con todos los de tu calaña”. Sacan a la mujer del salón y dirigiéndose a todas las demás, la monja les expresa “en este país no habrá paz hasta que todos los rojos estén en la cárcel o muertos”. Finalmente, una de las encargadas que agredió a esta mujer, le entrega a Pepita el certificado de bautismo de su sobrina. Somos testigos de las humillaciones a la vida humana, pero tras el nacimiento se procede al bautismo del bebé, para que comiencen una formación como “buen cristiano”. Ignorando si los familiares tienen esa creencia o si desean iniciar a un bebé en la religión católica. Mientras que se cumple el mandamiento “Amarás a Dios sobre todas las cosas”, se incumple el relativo a “No matarás”, ya que todas las encerradas terminarán asesinadas a manos de los oficiales. No obstante, una de las encargadas, con algo de humanidad, deja que Hortensia abrace a su bebé hasta el momento de su fusilamiento.

Por estas y otras actuaciones, comprobamos que el amor a Dios es superior al de la vida humana, la cual no tiene precio si no profesan la creencia que imponen, por lo que su dignidad e integridad física parece importarles muy poco. Por tanto, consideraban necesario ultrajar a las prisioneras, forzándolas a realizar actos que no deseaban, porque, lo importante para ellas no era la voluntad o el deseo de los seres humanos, sino imponer la doctrina nacional católica, ya que, a su vez, era impuesto por su superior.

También, podemos hablar de Silencio roto (Montxo Armendáriz, 2004), en la que el teniente de la Guardia Civil obliga a un niño, Juan, a cavar una fosa, con una azada, en la que piensan enterrar a su padre. Expresándole que lo deberá hacer cada día, al salir del colegio, hasta que encuentren a su padre, que no va a tardar en caer. Momento que apreciamos varias veces durante la historia y que al final servirá para enterrar a algunos miembros de la familia, pero no a su padre, que permanecerá con su lucha en el monte. De la misma forma que se desprecia la vida de estas personas, se desprecia su muerte, ya que cualquier lugar les parece normal colocar o introducir los cuerpos de quienes no consideran de interés para la sociedad, como vemos también cuando alguien yace muerto bajo una manta, en un lugar cercano a las dependencias de la Guardia Civil. No conocemos quién es, pero a nadie le importa tampoco, los rostros, los nombres y apellidos, nada que esté relacionado con los antifascistas parece tener valor para los defensores de la dictadura franquista. Son sus objetos, a través de los cuales conseguir su objetivo: imponer la voluntad del dictador, para así terminar con cualquiera que no obedeciese el orden nacional católico.

Como observamos igualmente en El laberinto del Fauno (Guillermo del Toro, 2006), que se repudia a las víctimas del franquismo, por motivos de religión e ideologías, que alejan a las personas. Al comienzo de esta historia, una voz nos relata la huida de una princesa de un mundo subterráneo y por un momento apreciamos unas imágenes de unas vértebras abandonadas, ubicadas en las ruinas de Belchite [11], de forma cruel e inhumana. De la misma manera en que fueron enterrados los cuerpos de las víctimas de la Guerra Civil y posterior dictadura, en fosas comunes, sin merecimiento, por parte de las autoridades, de una dignidad o respeto, porque según su opinión, ese mérito solo lo podía disfrutar los vencedores. Hacia el final de la historia, el oficial del ejército franquista, el marido de Carmen, le expresa al médico que si tiene que escoger, salve al bebé. Ha cuidado a mujer durante su embarazo, forzándola a moverse en silla de ruedas, solo para proteger al niño que llevaba en su interior. Sintiéndose con autoridad para proponer, más adelante, la muerte de uno u otro. Aunque, al descubrir las acciones del doctor, que ha estado ayudando a los republicanos en el monte, procede a quitarle la vida, antes del alumbramiento. De igual forma que, con un tiro, termina con la existencia de Ofelia. Una criatura que no ha tenido culpa de ningún hecho en esa España de dolor y sufrimiento. Ha vivido alejada de odios, rencores o conocimiento de vencedores y vencidos. Simplemente se dejó llevar por su imaginación infantil, como forma de escape de ese mundo de  resentimiento y enemistad causados por las ideologías o repulsiones a determinados colectivos sociales. De la misma manera que podemos apreciar en La lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993) cuando el cuerpo de una niña con chaqueta roja es trasladado en una carreta, entre escombros, por prisioneros de los campos, obviando que se trata de una niña de corta edad, ajena a las ideologías extremistas, cuyo único objetivo es protegerse de la contienda.

Extremismos como el del maestro Enning, en la película Alemania, año cero (Roberto Rossellini, 1948), cuando, tras la Guerra, influye a Edmund, expresándole que los inútiles y enfermos son una carga para el sistema, ya que solo los fuertes vencerán. Siguiendo esta idea, el niño envenena a su padre, y mientras se produce la agonía, no puede mirarlo a los ojos, baja su mirada, ya que no encuentra la valentía para hacerlo. Tras el fallecimiento, los residentes del condominio se plantean qué hacer con el cadáver, si quitarle la ropa o introducirlo en un saco, para sacarlo del lugar. Tras la destrucción de las infraestructuras urbanas durante la II Guerra Mundial, se ha provocado también la pérdida de humanidad y respeto a los cuerpos recién fallecido. En este caso, pretenden introducirlo en un saco, como si de un objeto se tratase. O quitarle la ropa, para quedársela entre todos, ante la ausencia de recursos para sobrevivir, y con la que podrían obtener algo de dinero para comprar en el mercado negro. Finalmente, el niño se dejará caer por unas ruinas, bajo las que yacerá sin su familia, quien realmente no estuvo ahí para educarle en valores de tolerancia y respeto, pues su único interés era sobrevivir y vender su cuerpo a algunos miembros de las autoridades locales. Así, Edmund vivió en silencio, hasta que no pudo con la carga del asesinato de su padre sobre su conciencia y decidió salir de ese mundo de la caridad, la ignominia y degradación humana. Sin embargo, a diferencia de los casos anteriores, a Edmund no le quitaron la vida por odios e ideologías, sino que prefirió desaparecer por voluntad propia, por negarse a pertenecer a ese mundo. Decisión, tal vez, influida por las acciones recomendadas por otros, pero con la que reflexionó sobre cómo reparar un daño atroz. Quizás, después de asesinar a su propio padre, algo surgió en su interior, para descubrir que no podía vivir tras ese acto en su conciencia. A su corta edad, asumió su culpa, a diferencia de aquellos adultos que asesinaron a cientos de personas por obedecer ciegamente a una persona que les imponía una doctrina. Como tenemos también en El niño con el pijama de rayas (Mark Herman, 2008), en la que alguien con la cara cubierta les lanza los polvos con los que van a ser exterminados. Varios planos consecutivos recogen esa frialdad con la que el oficial terminará con sus vidas y los ojos de sorpresa de Bruno durante ese instante. O Amén (Constantin Costa-Gavras, 2002 ),  donde se planeaba el asesinato de miles de personas, gaseados en las cámaras de gas de los campos, donde llegaban en trenes, a ser explotados a trabajar o a morir directamente. Fueran niños, mujeres, enfermos…, con médicos, que experimentaban con ellos, o monjas que eran testigos de todo por estar de acuerdo con el sistema o, quizás, forzadas a ello. A pesar de que religiosos llegaban al Vaticano a informar de lo que sus ojos habían visto y eran ignorados.

Hasta aquí, espero haber movido un poco la reflexión acerca del concepto de dignidad humana y el uso que se le hace al mismo por parte de los diferentes sectores de la sociedad en las películas mencionadas, basadas en la etapa histórica de su apogeo. Algunas de las producciones mencionadas son basadas en aquellos contextos, realizadas años después, aunque Alemania, año cero (Roberto Rossellini), 1948 se rodó en los escenarios originales, de Alemania, destruidos por la II Guerra Mundial. Conflicto, que provocó esta destrucción tanto a nivel de infraestructuras materiales de un país, como a nivel de la moralidad y dignidad humanas.

Referencias:

1. Martínez Bullé-Goyri, Victor M. Reflexiones sobre la dignidad humana en la actualidad. Biblioteca jurídica  virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM,  nº 136, 2013, p. 39.

2. Boladeras, Margarita. Vida, vida humana, vida digna. LOGOS. Anales del Seminario de Metafísica. Vol. 40 (2007), p. 105.

3. Pereira-Menaut, Antonio-Carlos y Pereira Sáez, Carolina.  De nuevo sobre la dignidad humana. Cuadernos de Bioética XXV 2014, 2ª, p.   p. 241.

4. Colina, Carlos. Las paradojas del odio. Razón y palabra, nº 71. (2010).

5. Op. cit. Colina, Carlos.

6. GÓMEZ OLIVER, Miguel., y DEL ARCO BLANCO, Miguel Ángel. El estraperlo: forma de resistencia y arma de represión en el primer franquismo.  Ediciones Universidad de Salamanca, nº 23, 2005, p. 181.

7. Op. cit., GÓMEZ OLIVER, Miguel., y DEL ARCO BLANCO, Miguel Ángel, p.199.

8. Op. cit., Boladeras, Margarita, pp. 106-107.

9. Wamba Gaviña, Graciela. Discursos de la memoria, holocausto y apropiación de hijos, nazismo y dictadura en Argentina. Puertas Abiertas (7). 2011, En Memoria Académica. En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.5732/pr.5732.pdf

10. Rodríguez Arias, Miguel Ángel. 2008, El Caso de los Niños Perdidos del Franquismo. Crimen Contra la Humanidad, Tirant lo Blanch, España. En: http://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=336874

11. Nicolás Messeguer, Manuel. Criaturas de la guerra. Memorias traumáticas de la Guerra Civil en el cine español contemporáneo. Aletria, nº 2,  v. 23, 2013, p. 53. Según indica este autor en la publicación.

Juramento Hipocrático en el cine

A propósito de los actuales recortes en Sanidad, os adjunto esta miniserie, en la que podemos apreciar una visión particular acerca del Juramento Hipocratico de los profesionales de la salud. Espero que os guste y haga reflexionar.

Juramento hipocrático

Además, de esta temática tenemos otras películas, como por ejemplo, Camino (Javier Fesser, 2008), donde se reflexiona acerca del papel de los profesionales de la salud, y nos podemos plantear varias cuestiones. ¿Hasta qué punto un médico, habiendo realizado su Juramento Hipocrático, debe consentir que una persona sufra por amor a Dios? ¿debe respetar la vida o la dignidad humana?
Aparte de los sanitarios, la familia y los clérigos son condicionantes para un enfermo a la hora de decidir la voluntad de Dios, pero ¿hasta qué punto se ignora la voluntad y dignidad de un ser humano para imponerle que, si no sufre ni aguanta el dolor, sin quejarse, vivirá en paz eternamente cuando vaya al cielo? Os paso un enlace con un trozo de la película en la que los sanitarios están presenciado la muerte de la protagonista. Tal vez, sea una forma de no ver la muerte con miedo, pero la vida se hace más pesada al tener que seguir la voluntad de otros.

Fresas salvajes, Ingmar Bergman

Esta película es uno de los pilares del cine de Ingmar Bergman.   Este maestro del cine posee una determinada manera de realizar la puesta en escena, unos personajes muy parecidos, alusión a los mismos temas…  El estilo de Bergman, está más relacionado con el arte escénico, dando más importancia al rostro y la expresividad de los actores. Muchos lo consideran el paradigma del existencialismo filosófico llevado a la pantalla. Ahonda en sus películas sobre la reflexión de la existencia del ser humano, temas universales como la vida, el amor, la muerte, la soledad, la creencia en Dios. Sus películas están llenas de preguntas sin respuesta. Bergman desarrolla una poderosa abstracción lírica, para recrear una cautivadora historia de la memoria y de la existencia del ser humano, desde la alucinación y el onirismo, con un recuerdo al director sueco Victor Sjöström, maestro del cine mudo, influencia también para el propio Bergman.

Fresas salvajes cuenta la historia de dos viajes paralelos, por un lado un viaje físico, el que realiza en coche el profesor desde Estocolmo hasta Lund, donde va a recoger el premio que lo nombra doctor honoris causa; el otro de los viajes, es interior, el que el profesor emprende durante el recorrido, un viaje interior que llevará a cabo explorando y analizando toda su vida, su camino recorrido y sus relaciones frustradas con la gente de su alrededor.  Borg, decide emprender este viaje, asustado tras haber tenido la noche anterior una pesadilla en la que contempla su propio cadáver dentro de un ataúd.  La escenificación de este sueño es uno de los momentos más espeluznantes de todo el film. Las imágenes de esta secuencia, las podemos ver con una iluminación contrastada con un carácter expresionista. En este sueño, podemos ver que Borg camina por una calle solitaria, donde las ventanas están tapadas y un reloj sin agujas cuelga de la pared, igual que el reloj que coge de su bolsillo. Se trata de un símbolo, símbolo del tiempo detenido que precede a su muerte, tiempo que pierde todo sentido. En ese momento, pasa un carro movido por caballos, choca con una farola, una rueda se sale (aquí vemos un homenaje a La Carreta Fantasma de Sjöström), se cae la ataúd en el suelo, el doctor se acerca y nota que la ataúd se ha abierto, en ese momento, la persona que hay dentro  de la ataúd saca su mano, y el doctor percibe que se trata de él mismo, está contemplando su propia muerte, este transeúnte le coge su mano, el doctor se derrumba y en ese instante, se termina la pesadilla.

Los temas que marcan este drama psicológico, son la vejez, el aislamiento, la muerte, el amor, la vida, los conflictos que conforman nuestra vida actual, con algunos momentos de humor en la interacción del médico con su ama de llaves.

Mediante una serie de imágenes, vamos acompañando al profesor en un viaje externo e interno, percibiendo sus fresas salvajes en un sendero rodeado de simbologías que busca configurar el sentido del protagonista, retratando sus emociones, a base de momentos casi surrealistas con flash backs y la presencia del presente en el pasado, silencios evocativos, asombrosos sueños que se producen en impresionantes secuencias, conversaciones que apelan a las emociones, encuadres muy expresivos y sensibles planos cortos.  A lo largo del viaje, el profesor se irá conociendo a sí mismo, interiormente, y esto le enfrentará a verdades algo desagradables sobre su personalidad. Durante toda su vida, ha intentado encontrar un sentido racional a su existencia, rechazando todo sentimentalismo y centrándose en el pensamiento filosófico para dar respuesta a sus miedos. Más que atractivo, es un señor antipático que trata de huir de su miedo a una muerte que se le avecina. Se siente solo y aislado, y esta soledad es la que le lleva a plantearse la importancia del amor a las personas de su alrededor, tal y como le ocurría a Charlotte en Sonata de otoño. La soledad es el gran tema en Fresas Salvajes.

Los personajes que aparecen en esta película son numerosos, pero el peso de la historia recae en tres de ellos. Aparte del doctor Isak, serán dos mujeres las que protagonicen el retrato realizado por Bergman. La primera es Sara, representada por dos personajes distintos (Sara de la juventud de Isak y una chica joven también llamada Sara, interpretada también por Bibi Anderson) a quien Isak recoge en el trayecto. Esta Sara actual, es el reflejo de la otra, símbolo de la mujer moderna, fuerte, alegre e independiente, y Borg se enamorará de ella como un amor de juventud. Sara antigua es una chica alegre y sencilla, quien acepta la vida sin condiciones y sin cuestionarse nada. Anders y Viktor se disputan su amor, simbolizando las dos posturas de Bergman ante la religión y la fe, la del creyente Anders, preocupado por Dios y por el sentido de la vida, y la del práctico Viktor, quien renuncia a cualquier misticismo para reflexionar sobre un sentido más de la lógica. Bergman plantea esta discusión sin posicionarse, de la misma forma como venía haciendo y haría en el resto de su filmografía, concluyendo que la existencia de dios no es lo más importante, sino el amor entre las relaciones de los seres humanos.

El profesor, finalmente, encuentra descanso en su interior, y así lo demuestra cuando estando en paz consigo mismo, le afirma a su hijo que su corazón ya se encuentra perfectamente. Borg hace las paces con su propio interior y con los fantasmas de su pasado, y Bergman lo simboliza en la escena final, en la que el profesor se despide de sus padres, quienes se encuentran a la otra orilla de un lago. El profesor se despide aquí de su pasado, preparado para mirar hacia delante sin miedo.

Bergman realiza en este film un análisis de las relaciones afectivas del matrimonio. Las distintas parejas que van aparecen en toda la historia son diferentes formas de ver lo que el matrimonio y las relaciones de pareja pueden llegar a ser.  Como extremo pesimista y cruel vemos el matrimonio Alman, una pareja que sufre un accidente y lo recogen por la carretera. El marido, machista que trata de ridiculizar a su esposa anulándola como inútil. Contraria a esta pareja, aparece otro matrimonio, el dueño de la gasolinera y su mujer, prototipo de la felicidad y la alegría de vivir, aceptando la vida tal como viene.

Para dar a la expresión del actor el máximo poder posible de expresión, el movimiento de la cámara debe ser simple, y además cuidadosamente sincronizado a la acción. La cámara debe intervenir como un observador totalmente objetivo, y sólo excepcionalmente puede participar en los acontecimientos. Por lo tanto debemos recordar que el medio de expresión más bello y mejor del actor es su mirada”. Este elemento es clave en la filmografía de Bergman.

Recursos técnicos podemos ver fundidos mezclados con música que evoca a sueños relacionados con su pasado, plano contraplano,  miradas fuera de campo, iluminación contrastada. El uso de los planos cortos es en Fresas Salvajes el centro de su estilo formal, igual que en toda su filmografía. Los personajes son analizados de forma detallada por la cámara. Ésta se detiene en sus rostros y escucha sus palabras, enfatizando la expresión de los sentimientos y el estado interior de estos personajes. En las conversaciones la cámara recorre el espacio vacío e inerte que se encuentra entre los personajes. El montaje hubiera destruido esta idea, y Bergman escogió enfatizar el espacio.

En varias ocasiones, la voz del doctor narra momentos de su vida tanto si aparece en campo como si no aparece en campo. En una de las escenas en la que el doctor habla con su madre, ésta le muestra un reloj de mano y Borg se queda un poco en lapsus al ver que el reloj no tiene agujas, la música de este momento evoca al momento del principio, cuando el doctor se acerca a la ataúd y se ve a él mismo muerto,  dejando a un lado así la importancia del tiempo.  Hay muchas escenas surrealistas, como cuando aparece la niña en la cuna de noche en medio del campo llorando, la joven se acerca a calmarla y se lleva al bebe a la casa, es una situación anormal en la vida real, dado que una cuna no va a estar entre árboles. Inmediatamente después, pasan unos pájaros y el doctor se acerca a la cuna, en ese momento vuelve a sonar la misma música que se comentó anteriormente, que evoca al tiempo. Otra escena que me llama la atención se produce cuando el doctor mira por una puerta que su hijo se ha reconciliado con la mujer, ésta se toca el piano y se retiran a cenar, y mientras cenan en la mesa se produce un fundido en el cristal de la puerta que se resuelve con el reflejo de las nubes. Posteriormente, vemos al doctor mirar la luna, y al instante se dirige a la misma puerta y toca para que le abran, pero le abre un señor que lo hace pasar para hacerle un examen, en esta escena también oímos la música anterior, que resulta bastante inquietante en todos los momentos en que se repite. Parece como si todo fuese real, el doctor parece tener cara de extrañado cuando ve a los jóvenes sentados en los bancos de la sala dirigiendo sus miradas hacia él. En este examen el profesor parece presentar dificultades de comprensión, visión y lectura, todo síntoma de la edad, la memoria, la mente le falla y le parece ver personas muertas que siguen vivas, pero al espectador le queda la duda si está muerta o realmente viva.  El profesor que lo evalúa lo nombra incompetente por egoísmo, insensibilidad, falta de consideración, quejas presentadas por su esposa, llevando su esposa años muerta. El profesor acompaña al evaluador y lo lleva al lugar en que está su esposa que aparece con otro hombre, vuelve a sonar en este momento la misma música inquietante, escena que el doctor revive en su mente, que vivió en su momento y oye las palabras que repitió su esposa. Las palabra aquí cobran unas emociones espeluznantes en el espectador, ya que hacen reflexionar y cuestionarse muchas cosas del sentido de la vida y las relaciones personales con el mundo de alrededor. Después del diálogo entre Borg y el evaluador, todo termina, y vemos un fundido despertando del sueño. Todo ha sido un sueño mientras va en el coche, tal como dice: «En aquellos sueños había algo poderoso que agobiaba mi conciencia de una manera insoportable».

En definitiva, Fresas salvajes, es un film pesimista, pero plantea un mensaje de esperanza, feliz y positivo, sellándolo  con un sentido basado en el amor hacia los seres queridos. En ciertas ocasiones, nos podemos poner en la piel del protagonista, Borg podríamos ser cualquier de nosotros, totalmente centrados en nosotros mismos, para detenernos a amar a los seres de nuestro alrededor. La muerte es la única certeza de nuestra existencia y solo ante ella el hombre percibe sus limitaciones.  El espectador tiene que entender muy bien el cine de Ingman Bergman, porque más de una escena puede llegar a confundir y provocar malas interpretaciones.