Comentario de El Bar (Álex de la Iglesia, 2017).

Bajo el eslogan “El miedo nos muestra cómo somos”, Álex de la Iglesia nos presenta su film titulado “El bar” (realizado en 2016 y estrenado en 2017) en cuyo interior se conjugan la vida y la muerte, tanto explícita como implícita, bajo el desconocimiento de una realidad que azotó a nuestro país hace unos años, como fue la presencia del virus del Ébola, que se detectó por primera vez en algunas partes de África y, por las circunstancias que ya conocemos, llegó a España.

La característica principal de esta película española es su reparto coral y la ausencia de un protagonista único físico, aunque sí psicológico: el miedo a ser contagiado por este virus mortal. Un miedo que se asemeja al presentado en “El ángel exterminador”, film dirigido por Luís Buñuel que muestra la imposibilidad emocional/psicológica de una serie de individuos pertenecientes a una clase social elevada para salir de la vivienda, por un motivo que desconocemos, pues la puerta está abierta. Al igual que sucede en “La niebla”, obra escrita por Stephen King y film dirigido por (Frank Darabont), donde no pueden salir de un supermercado por la presencia de unas criaturas extrañas en el exterior. Aunque al igual que en este último, el miedo es ser asesinado, aparentemente es un motivo de peso, pues se juegan su propia vida.

El inicio es un poco desconcertante, pues aparentemente una chica ha quedado con un chaval en un establecimiento, cuyo emplazamiento desconoce y una mujer le augura malos deseos, por no ofrecerle una limosna con el ramo de romero que le entrega. “El bar” es un establecimiento de Madrid que abre sus puertas a un heterogéneo grupo de clientes, en cuanto a su estilo y estatus social. Una de estas personas sale del establecimiento deprisa y recibe un disparo desde origen desconocido. Mientras, el resto de clientes permanecen en el interior y presentan sus dudas acerca de la posibilidad de salir o, por el contrario, permanecer dentro hasta que las autoridades aparezcan. En esta trifulca, otro de los clientes sale y recibirá otro disparo a vista de todos. Las autoridades aparecen y hacen desvanecer los cuerpos a través del fuego. En momentos posteriores, alguien enciende el televisor y descubren que han tergiversado esta realidad para sacar a la luz una historia distinta, convertida en una mentira periodística: “un establecimiento ha ardido y han acordonado la zona”, seguramente bajo la conjunción de un complot policial-político para dar a conocer los hechos a la sociedad española, pero transformados, para, posiblemente, terminar con las pocas personas que permanecen en el local, pero informando que se debe a un accidente. Por ello, llegan a la conclusión de que las autoridades regresarán a quemar el local y la única idea que se les ocurre es bajar al sótano e intentar sobrevivir o serán disparados por la dueña del bar. No olvidemos que han encontrado en el aseo a una persona que entró en el local y había viajado a África, por lo cual, igualmente es sospechosa de padecer este virus mortal, y es evidente la posibilidad de haberlo contagiado al resto de clientes. Así pues, llegan a un punto en el que desconocen quién lo ha tocado, quién ha contactado con sus fluidos o quién ha rozado su móvil. Único dispositivo que tiene cobertura en el interior, pero tiene la ubicación y desde instancias exteriores pueden estar controlando que el dispositivo está siendo utilizado. En definitiva, rodean al señor, que fallece delante de ellos, y divagan qué hacer con el cadáver, sin poseer el suficiente valor para salir al exterior, pues creen que pueden correr la misma suerte que los clientes anteriores. No olvidemos que algunos personajes lo tocan espontáneamente, sin ser conscientes del contagio, pues de eso percatarán más adelante.

Con todo, las autoridades llegan y terminan con la vida de quienes quedan arriba, pero desconocen que en la parte inferior del establecimiento una serie de individuos intentan sobrevivir y luchar por las pocas vacunas que el infectado porta en su bolsillo. ¿Quién merecerá vivir? ¿Quién deberá morir? ¿Quién valdrá más como persona para seguir viviendo?  Estas son las preguntas que se plantean en el camino que emprenden bajo las aguas subterráneas y el fango de las alcantarillas.

Destacaría de este film el fallecimiento explícito del individuo que padece Ébola, el desgarro en la interpretación de Hugo Silva y Blanca Suárez, la disputa bajo el agua de dos de los personajes que luchan por la vida asesinando al otro y la obsesión por el dinero. Así puede percibirse con el juego activo del personaje que encarna a Carmen Machi y las conversaciones del indigente al que Hugo Silva encarna, además de sus acciones: coloca unas monedas sobre los ojos del fallecido. Al igual que sucede con el alcohol, en el que tratan de ahogarse para poder llegar a alguna solución medio coherente dentro de la situación que están viviendo. A mi juicio, la interpretación de Mario Casas se crece en el corredor subterráneo, cuando tiene el arma de fuego como instrumento defensivo. Inclusive, creo que son impresionantes los créditos del inicio, pues no solo textos, ya que se conjugan la música, una cueva, bacterias y virus, que mutan y se transforman. En cada una de sus películas, Álex de la Iglesia se crece en los créditos.

Finalmente observo que se cumple la reflexión “el hombre es un lobo para el hombre”, pues las acciones de los personajes así lo demuestran y todo ¿por qué?: por miedo. Considero que el miedo merma y desgasta psicológicamente a las personas por el afán de agarrarse a un clavo ardiendo para seguir viviendo.

Desde una perspectiva semiótica, podemos ofrecer una visión actancial, partiendo del modelo actancial del relato que propuso Greimas. El término «actante» es originalmente creado por Lucien Tesnière y usado posteriormente por la semiótica para designar al participante. Así pues, todos estos personajes funcionan como actantes. Denominándose actante a aquel que realiza una acción, que busca cumplir con algún objetivo, y este objeto es vivir. El destinador es el motivo, y aquí pregunto: ¿Cuál es el motivo para querer vivir? Reflexionen ustedes. A continuación seguimos con el destinatario (es quien se beneficia si el sujeto consigue el objeto), y en este caso podemos decir que es el propio sujeto (cada uno mira por sí mismo, por su propia vida). En última instancia tenemos el adyuvante (aquellos que colaboran con el sujeto a conseguir el objeto) y el oponente (quienes obstaculizan o se oponen a que el sujeto consiga el objeto) que no dejan de ser ellos mismos: Hugo Silva, Mario Casas, Blanca Suárez y Carmen Machi. O en todo caso, observamos que simulan colaborar, pero por otro lado guardan secretos que lo obstaculizan y nos hacen dudar sobre sus verdaderas intenciones, con el único fin de  luchar por vivir.

Sin más, os animo a ver la película, porque no os va a dejar indiferentes. Aquí comparto con vosotros el tráiler.

 

 

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