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La memoria audiovisual de Auschwitz

Hola amig@s, este post me gustaría dedicarlo a recordar que en el día de hoy, 27 de enero de 2019, se cumplen 74 años desde que el Ejército Soviético libera el campo de concentración nazi de Auschwitz. Y es que ya lo decía Marco Tulio Cicerón: «El cultivo de la memoria es tan necesario como el alimento para el cuerpo». Aunque algunos se empeñan en borrarla cada día, a través de sus discursos banos, frívolos, triviales y huecos, pero no es ningún secreto que «La memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados» (Jean Paul).

No hace falta describir con niveles minuciosos de detalle qué se hacía en cada uno de esos tenebrosos campos, pues la Historia de la Humanidad se ha encargado de transmitirnos, en líneas generales, todas las barbaridades que pasaban por la cabeza de aquellas aberraciones de la naturaleza. Aquellas aberraciones que fueron capaces de perpetrar de forma vil y rastrera crímenes de lesa humanidad, y que todavía ponen en duda muchos revisionistas de la historia, pero que dejaron si no miles, millones, de víctimas, tanto física, psicológica y emocionalmente (difícilmente cuantificables en realidad). Y construyeron estos campos por doquier, por allá por donde pasaban, tanto en Alemania, Polonia, Rumanía, Italia…

Realmente quienes no estábamos allí, no conocemos de primera mano el día a día que fluctuaba por aquellos «campos de la muerte», a los que se llegaba en trenes que tenían el beneplácito de la Iglesia Católica y en los cuales se asesinaba, se experimentaba y se explotaba a seres humanos a través de múltiples técnicas despreciables y miserables. A día de hoy, igual a algunas personas les puede resultar complejo empatizar e incluso pueden llegar a justificar ciertas actuaciones. Otros prefieren olvidar lo que hace daño. Si bien sigue haciendo daño lo que no se ha terminado de curar.  No obstante, algunos han sobrevivido para contarlo, para dar fe de ello, para intentar denunciar y ser reconocidos por el sufrimiento que unos líderes abominables les hicieron padecer, simplemente por diferencias ideológicas, políticas o raciales.

Muchos documentos textuales y audiovisuales lo atestiguan y muchas producciones cinematográficas presentan perspectivas que toman testimonios orales y experiencias de vida para intentar estremecernos y ponernos en la piel de quienes fueron testigos de esta crueldad. Ejemplos de ello pueden ser: «El niño con el pijama de rayas» (Mark Herman, 2008), «Tras el cristal» (Agustí Villaronga, 1986), la bien conocida «Lista de Schindler» (Steven Spielberg, 1993), «El último tren a Auschwitz» (Joseph Vilsmaier y Dana Vávrová, 2006), «Amén» (Costa-Gavras, 2002) e «Hijos de un mismo Dios» (Yurek Bogayevicz, 2001).

Ante toda esta vorágine de experiencias dolorosas de supervivencia, conviene tener en cuenta que algunas que otras mujeres se envalentonaron en aquel contexto para intentar contribuir con un poco de ayuda. Y una de estas mujeres fue la polaca Irena Sendler (1910-2008), quien arriesgó su vida en la Varsovia ocupada por los nazis para salvar de la muerte a 2.500 niños judíos, fallecida a la edad de 98 años. Sus testimonios se recogen en una emocinante obra titulada «La madre de los niños del Holocausto» (Anne Miesxkowska, 2008).

Si bien es cierto, desde el punto de vista económico y social, hay quienes piensan vagamente que «la memoria no da de comer» o «la memoria no quita a la gente del paro». Pero lo cierto es que «un pueblo que no recuerda su historia está condenado a repetirla». Como bien comentaba un profesor que me impartió clase: el pasado es lo único que podemos cambiar, intentando comprenderlo, dando respuestas a incógnitas, porque el presente es efímero, se va, no da tiempo a atraparlo y el futuro quién sabe lo que nos depara si no conocemos nuestro pasado.

Y finalmente comparto con vosotros algunos documentos audiovisuales que ponen de manifiesto las aterradoras experiencias vividas en aquellos campos. Aunque me gustaría recomendaros Shoah, un documental francés dirigido por el realizador Claude Lanzmann, estrenado en el año 1985 y con una duración de alrededor de 10 horas. Este filme de Lanzmann es un documental de historia oral, filmado en alrededor de 10 años en distintos continentes. Se compone de testimonios en primera persona: víctimas, testigos y verdugos del exterminio de las comunidades judías durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

Y con esto doy por terminado el post: el dolor duele a todos, pero forma parte de la vida y nos hace madurar como seres humanos. Un saludo, amig@s.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ilusiones, una película de Nieves Corral

Volvía a casa a las 20:30 de la Facultad de Ciencias de la Comunicación (Universidad de Málaga) un martes cualquiera de enero del año 2009, a la Hacienda Morillas donde tenía el piso, en la zona de Teatinos. Había estado unas 10 horas en la facultad, clases de mañana, de tarde, entre clase y clase horas de grabación en plató o enfrente de la otras facultades buscando gente para entrevistar (tirando de cámara y trípode de hierro) o en el laboratorio de edición o de radio. El cansancio se apoderaba de mí día a día, pero sentía algo en mi: Ilusiones. Sí, amigos, ilusión por la profesión en la que me estaba formando y a la que iba a dedicar mi vida, supuestamente. Narrativa audiovisual, Documentación Informativa, Diseño Gráfico, Empresa Audiovisual, Teorías de la Comunicación Audiovisual, Estructura de la Información, Cine español, Psicología de la Comunicación… pero la Redacción y Locución radiofónica eran mi pasión. Salía de clase y veía el edificio de Cadena Ser enfrente y se me hacían los ojos chirivitas…No podía evitarlo. Me hacía ilusión entrar por esa puerta. Me debatía entre la radio o convertirme en corresponsal de Guerra. Sí amigos, me gusta lo duro, qué le vamos a hacer. Para hacer lo fácil hay mucha gente en esta vida, para lo difícil hay que marcar la diferencia ante la mayoría. La tarea de oficinista y papeles varios no entraba entre mis inquietudes principales en aquellos momentos, pues ello revelaba monotonía y aburrimiento. Yo quería emociones fuertes: dolor, lágrimas, informar del sufrimiento humano más allá de nuestras fronteras. Quizás sea porque, desde mis primeros años hasta la adolescencia, mi vida había estado rodeada de los mismos (bullying, fallecimiento de mi padre con 15 años…) y solo la pasión por el que iba a ser mi trabajo hacía que cada mañana dibujase una leve sonrisa en mi rostro. Total, pensé que no tenía nada que perder, en la sociedad occidental pasaba bastante desapercibida ante la gente. Pero tanto una como la otra se frustraron en el camino como consecuencia de la precaridad laboral.

Por aquellos entonces, miré en Internet ofertas de empleo y decía: bueno pues con estos sueldos se puede vivir más o menos normal en el ámbito de la Comunicación, mileurista pero se puede vivir. Estoy en tercero, voy a tirar para adelante estudiando a muerte. Al terminar en 2011, pagar el título y las notas, volví a mirar y los sueldos habían bajado a menos de la mitad de aquella cifra. Cuando estudias fuera del domicilio familiar ¿Cómo puedes pagar un habitación con 300 € al mes que vas a ganar? Pues las cosas se fueron haciendo diferentes y me empezó a apasionar la investigación en el área de la Comunicación, concretamente el Cine y la Alfabetización Audiovisual. Más adelante se convirtieron en eje de mi día a día: máster, tesis doctoral, investigaciones postdoctorales, congresos, artículos científicos, capítulos de libro. Pero en torno a eso encontramos falta de financiación para publicar obras en editoriales indexadas en SPI, ausencia de información al respecto, complejidad en el desarrollo de proyectos de investigación, entre otras cuestiones que afectan más a quienes no cuentan con recursos económicos para acudir a actividades científicas.

Durante el Máster en la Universidad de Córdoba me rondaba otra idea por la cabeza, antes de comenzar siquiera el Doctorado: retirarme a Groenladia a hacer documentales, a lo Robert Flaherty. Pero no supe materializar la idea, la verdad, qué le vamos a hacer.

Radio, corresponsal de Guerra, rodar documentales en Groenlandia, pero como si de un flash forward se tratase, 10 años después, en 2019, un martes cualquiera del mes de enero, caminaba a las 20: 30 horas por esta misma zona de Teatinos, cerca de la Facultad de Ciencias de la Comunicación y dos lagrimones como puños bajaron por mi rostro: vi a chavales que volvían de clase. Chavales de 18-20 años que luchan por sus ilusiones, que estudian, que se escaquean en ocasiones de algunos profesores cuyas clases pueden llegar a ser tediosas… Pero, al fin y al cabo, vuelven de intentar luchar por sus ilusiones. Unas ilusiones similares a las que se cruzaron en mi camino con aquellos 20 años, en plena juventud dorada. No sé por qué, pero mis pies me llevaron a un kiosco a comprar un paquete de gusanitos. Y las palabras de una profesora me vinieron a la mente: «saldréis de aquí pensando que os vais a comer el mundo, pero el mundo os comerá a vosotros, aunque el 15M marcará la historia de España». Y efectivamente, la precariedad laboral, las dificultades de los entornos rurales para avanzar y desplazarse hasta la capital suponen un lastre. Dificultades provocadas por la incompetencia y la mala gestión de algunos de nuestros gobernantes a los que elegimos cada 4 años, pero que solo nos dedican tiempo durante la campaña electoral. Luego somos transparentes. Mi trabajo actual me encanta, pero es complejo independizarse todavía. A dia de hoy, es necesario pluriemplearse para sobrevivir en España con un doctorado. Pero la vida es lucha, no me cabe la menor duda.

También me vinieron a la cabeza los momentos que pasé con una compañera de clase, la verdad que era graciosa y rara a la vez (un poco como yo ahora). Me acercó a la fotografía abstracta, a la obra de Luis Buñuel y Julio Médem, y planeábamos las bases para rodar una película que contuviese monjas asesinas, una mezcla del estilo de Stephen King y Fernando Iwasaki. ¡Ah! y la verdad que tuvimos momentos…no sé cómo describirlos, momentos surrealistas y arriesgados, sobre todo cuando en la asignatura de Fotografía artística la profesora nos pedía fotografíar en interiores de centros comerciales (y casi me quita el guardia de seguridad la cámara réfléx) o cuando nos pedía tomar fotos a escaparates (pero casi llaman a la policía y al dia siguiente pusieron un cartel en el escaparate en el que se decia «Prohibido tomar fotografías»).

Y todo por unas ilusiones que a día de hoy están lastradas. No obstante, aunque no en estos momentos, algún día las retomaré, porque no me doy por vencida tan fácilmente como algunos se imaginan.

Hasta aquí lo que puedo contar, aquí termina Ilusiones, una película de Nieves Corral. Realmente el final todavía está abierto, lo que se conoce como Cliffhanger. No puedo contar el final y hacer spoiler porque todavía no sé cómo termina. Quién sabe cómo termina, la vida da muchas vueltas.

Un saludo amig@s.