Archivo | abril 2015

Reflexiones en torno a Los pájaros (Alfred Hitchcock, 1963).

La ocurrencia de esta entrada se debe a las reflexiones que mantuve, últimamente, con una amiga, en relación a esta película de Hitchcock, sobre la cual reflexionamos sobre la presencia y el porqué de la violencia de estos animales en esta historia.

Antes de exponer las reflexiones, me gustaría hacer una introducción sobre el director, Alfred Hitchcock, quien fue considerado un pionero en muchas técnicas que caracterizan a los géneros cinematográficos del suspense y thriller psicológico.  Fue innovador en la utilización de la cámara para imitar la mirada de una persona, obligando, de esta manera, a los espectadores a participar de cierta forma de voyeurismo. Empleaba encuadres para producir ansiedad, empatía o miedo. Sus relatos suelen estar protagonizadas por fugitivos de la ley y actrices principales con cabello de color rubio. Sus tramas presentan giros argumentales en el desenlace, con historias perturbadoras que se mueven en torno a la violencia, crimen y asesinatos.  Sus innovaciones técnicas y puntos de vista han influido a muchos cineastas como puede ser François Truffaut, Roman Polanski, Martin Scorsese, Steven Spielberg, entre otros muchos.

Para esta película se basó en una novela homónima del año 1952, a su vez, basada en hechos reales y escrita por Daphne Du Maurier.  Hecho real que ocurrió el 28 de agosto de 1951, publicado en el periódico local Santa Cruz Sentinel (California), en la Bahía de Monterrey, donde se informaba de la siguiente forma: “Sobre las tres de la madrugada, una lluvia de pájaros se precipitó sobre los tejados de las casas despertando a la población que, asustada por la ofensiva de las gaviotas, salió corriendo de sus viviendas y se defendió con improvisadas antorchas de fuego. Por la mañana, los habitantes de la ciudad se encontraron con las calles cubiertas por los cadáveres de los animales. Las aves, que vomitaron pedazos de pescado -su propia comida-, despedían un hedor insoportable y pestilente”. Información que llegó a Hitchcock y que barajó, ordenó para conseguir la adaptación y construcción de esta película.

Posteriormente, en el año 2011, unos biólogos marinos de la Universidad de Luisiana, tras años de investigación, llegaron a descubrir que pudo haberse debido a una intoxicación de las aves al comer un alga que contiene un veneno. La toxina encontrada es el ácido domoico, que daña al sistema nervioso.

Además, en Estados Unidos se dio un caso de ataque de aves, ocurrido a una familia. Al parecer, los pájaros iban en grupos de 100 a 300 y atacaron a esta familia, compuesta por 4 personas, y ninguno llegó a sobrevivir al incidente. Aparentemente, las aves no agredían para alimentarse, sino que su comportamiento pudo deberse a una intoxicación con ácido domoico.

Pues bien, tras esta contextualización sobre la peligrosidad de esta toxina, que pudo provocar los incidentes, vamos a comenzar el comentario sobre la película de esta cineasta. Más allá de entrar en la trama argumental de la película, mejor la dejo a un lado, para animaros a contemplarla a vosotros mismos. Me voy a centrar en el ataque de estos animales a diferentes personas, cómo unas gaviotas pueden llegar a atemorizar a todo un municipio.

La película nos recuerda a desastres, catástrofes naturales…, que suelen ser más comunes que un simple ataque de aves.  Algunos elementos de esta producción los podríamos encontrar en la mayoría de las películas de catástrofe, como son la descripción de una historia personal, descripción de una comunidad y sus reacciones de cara a este desastre.

El comportamiento de estas aves se vuelve más insólito, hasta el punto en que Bodega Bay se rodea de un caos con explosiones y ataques por su parte. Melanie, Mitch y su madre, además de Cathy se encierran en la casa de la familia Brenner. Transcurre mucho tiempo hasta que Melanie oye ruidos procedentes del ático. Cuando entra, ilumina el espacio con un farol, observa el techo roto y varios cuervos sobre una cama. Las aves la atacan, pero Mitch la saca del ático y bloquean la puerta. En diferentes momentos, los personajes hablan a qué se puede deber el ataque de estas aves, algunos comentan que es mentira, que los pájaros no son agresivos; otro expresa que se trata del fin de mundo… cada uno va indagando sobre los motivos, causas.

Reflexionando un poco sobre esta película, Hitchcock declara que «se podría decir que el tema de los Pájaros es el exceso de autosatisfacción que se observa en el mundo: la gente es inconsciente de las catástrofes que nos amenazan».  Es decir, ya, en aquella época, los años 60, había quienes comenzaban a preocuparse de la poca conciencia de la sociedad hacia el entorno natural, los desastres que provocan los propios seres humanos. No obstante, el vuelo de los pájaros simboliza la libertad en el mundo, libertad que, a veces, se usa para atacarnos unos a otros por diferentes problemas o cuestiones personales, sociales. Las personas se agreden a sí mismas (peleas, conflictos bélicos, represión…) y al mismo tiempo a la naturaleza, ya sea por motivos de supervivencia, ocio,  exploración de nuevas formas de explotación como excusa de aumentar la economía (búsqueda de petróleo, construcción de armamento nuclear, caza…), sin ser conscientes del daño que pueden llegar a ocasionar a la capa de ozono, animales en peligro de extinción, calentamiento del ártico y desaparición de especies de estos helados entornos. Por otro lado, los animales, a su vez, se protegen de los seres humanos de diferente forma, con el comportamiento propio de su especie, bien arañando, picando, mordiendo, agrediendo, como por ejemplo insectos, perros, osos, gatos…, y en este caso que nos ocupa, los pájaros. Pájaros, que provocan el pánico en un microcosmos, agrediendo de forma indeterminada, sin nadie como objetivo particular, sino al azar y a ellos les ha tocado. Ya, no por defenderse en un momento específico, por algo que alguien les ha podido hacer, sino como un ataque, intentándose defender de las acciones contra el medio natural de la sociedad en su conjunto.

Esta reflexión, posible explicación a estos ataques por parte de estos animales, puede verse refutada desde otro punto de vista, que, a priori, puede parecer irrelevante. A la hora de conocer el por qué un artista trabaja de una determinada manera, es imprescindible conocer sus antecedentes. Sea el caso por ejemplo de la pintura, el arte moderno, del cual mucha gente se expresa opinando “ese cuadro lo podría haber pintado yo”. Pues bien, un artista se ha podido basar en su infancia, si fue traumática, si su educación estuvo marcada por preceptos religiosos o liberales, para realizar una determinada obra… En este caso, podríamos enmarcar a este cineasta,  los padres de Hitchcock eran comerciantes de clase media, de rigurosa educación católica. Es en este aspecto en el que vamos a incidir. La actitud de estos animales, no era normal para este microcosmos,  que los tenía aterrorizados, a causa de su violencia, agresiones… la maldad mostrada por el diablo, según las doctrinas de la religión católica. Ahora bien, tal vez su educación fuese tan aferrada que le haya calado y refleje a estas aves como demonios, que vienen del más allá a hacer daño a la gente y tienen que buscar la salvación en el rezo; o bien, todo lo contrario, unas doctrinas tan férreas le han podido ocasionar el otro efecto, detestar a tal punto estos preceptos, con la intención de reflejar que es Dios quien viene del más allá a hacer daño a la sociedad, coartar su libertad de movimiento tanto a nivel social, como a nivel personal, privado, íntimo, introduciéndose en un hogar y atacándolos desde el interior.

Sin más, hasta aquí las reflexiones, no he pretendido proponer una visión absoluta, objetiva e irrefutable, sino presentar distintas perspectivas con las que apreciar una obra audiovisual, seguir reflexionando y aportando ideas.

Adjunto unos fragmentos para que contempléis algunos detalles:

 

 

 

 

 

 

 

 

La dignidad humana en los fascismos

El concepto de dignidad humana se origina de la antigüedad griega, enriqueciendo su significado y alcance a lo largo de la historia, pasando de un concepto vinculado a la posición social, a expresar la capacidad moral de las personas, constituyéndose en un fundamento de los derechos humanos [1]. Durante la etapa clásica no se reconocía el mismo valor jurídico a todos los seres humanos, ni todos los ciudadanos poseían los mismos derechos. Los amos gobernaban a los seres más desvalidos, como es el caso de las mujeres, los niños y los esclavos, quienes se veían sometidos a la voluntad de sus dueños o señores, los únicos que podía disfrutar de derechos civiles y grados de dignidad [2].

La dignidad humana conlleva una obligación de respeto que descarta el tratar a los demás como objetos, además de las relaciones de dominación [3]. Es este respeto hacia el ser humano, el que no apreciamos en algunas producciones basadas en las etapas de auge de la dictadura franquista en España y el nazismo en Alemania. Caracterizadas, sobre todo, por el uso de la violencia.

Un informe de la OMS titulado World Report on Violence and Health [4], expresa que la violencia es el uso de la fuerza, el poder, contra sí mismo, otra persona o comunidad, que produzca lesiones, muerte, daños, privaciones o trastornos de algún tipo. En este sentido, nos encontraríamos con odios prototípicos [5], que vienen a ser odios públicos o políticos y se parecen a los odios indeterminados, ya que conducen al rechazo hacia tipos de personas.

Los casos de los fascismos español y alemán eran caracterizados por el rechazo a los considerados “inútiles” para el sistema, entre los que se incluirían los republicanos, y éstos a su vez rechazaban a los fascistas; a las personas de otras razas que no fueran la blanca; los pertenecientes a otras religiones, como los judíos, musulmanes; los enfermos; los homosexuales. Además de, no el odio específicamente, pero la consideración de inferioridad de las mujeres, a quienes encomendaban la labor de casarse y ser sumisa al sexo masculino. Y, en general, aquellos ciudadanos que no defendiesen la ideología con la que pretendían adoctrinar a la sociedad, ya que eran designados “traidores de la patria”, un delito tipificado con penas de prisión o de muerte.

Entre los medios a través de los cuales los “inútiles” o “traidores de la patria” intentaban sobrevivir tenemos: el estraperlo, la prostitución, el sometimiento a formar parte de la doctrina nacional católica a pesar de estar en contra, ofrecimiento para trabajar para las grandes fortunas y así garantizarse un sustento, obedecer órdenes de las autoridades políticas y civiles. Además de una práctica para favorecer a estas grandes familias que no tenían posibilidades de garantizar descendencia: la compra de bebés, arrebatados a sus madres apenas llegaban al mundo. Ignorando la dignidad de esas madres y las de los niños, que crecerían entre mentiras. Creyéndose, unas hermanas de la caridad, con derecho a vender un niño sano y creer el hecho de estar haciendo “una buena obra”.

El estraperlo formaba parte de estos períodos críticos de fascismos. En paralelo a los precios oficiales, se generó un mercado al margen de estos, lo que daría lugar a unos entornos de desorden, ilegalidad, miseria, al mismo tiempo que la resistencia y represión. Algunos hicieron de este fenómeno un medio para enriquecerse, mientras que la mayoría recurrió a él para garantizarse un sustento [6], debiendo abandonar su honor, su “dignidad”, para satisfacer las necesidades más básicas, llevando a cabo actividades de todo tipo, ya fuere este estraperlo, como la prostitución. Sin embargo, el poder toleraba cuando este mercado era desarrollado por sus adeptos, mientras que reprimía si era practicado por los grupos más humildes, esas  clases sociales a las que no prestaba interés para construir su proyecto político. Este mercado negro constituyó un instrumento para garantizar la continuidad del régimen: por un lado, complacía a sus apoyos sociales que les prestarían su apoyo, y por otro, quebrantaba a las clases sociales más humildes, identificadas con un pasado comunista [7].

Comenta Kant [8], en su Metafísica de las costumbres, que la dignidad es un derecho y un deber de todo individuo, como miembro de la humanidad. Un valor intrínseco del ser humano, que le otorga derecho a no ser instrumentalizado ni despreciado. El desprecio consiste en atribuir a algo carencia de valor y es este ultraje y humillación el que padecían los considerados inferiores, por no defender unos ideales afines. Sin embargo, puede considerarse desprecio o bien, amor a la vida humana, la compra de bebés en ambos puntos geográficos dictatoriales. Compra y venta, tras las que hemos descubierto que existió todo un entramado de personas que prestaban su conformidad con la venta de la vida humana, como si de un producto de consumo se tratase. Sin embargo, consista en un acto de amor o de desprecio, en Alemania irrumpen voces sobre el caso de los niños fecundados o apropiados por la institución Lebensborn, creada por Himmler durante el Tercer Reich, con el objetivo de facilitar y controlar el nacimiento y la posterior educación de niños arios, engendrados por mujeres seleccionadas para este fin y oficiales de la SS. Para este propósito, se crearon una serie de granjas, en países ocupados, como Noruega, donde nació la escritora Gisela Heidenreich, quien desde 2002 hasta 2011 ha presentado varias novelas en las que relata su traumático pasado y donde encontramos también sus investigaciones sobre los silencios de su familia acerca de su origen y las mentiras con las que creció. Estos niños eran adjudicados a familias, con certificados falsos. Los niños descartados eran enviados a campos de concentración infantiles (Kalish, Dzierzazna y Litzmannstadi) o bien a campos de exterminio. Hace unos años, sale a la luz un trabajo publicado en 2012, titulado Niños robados y adopciones forzadas, su presencia en la memoria colectiva en España y Alemania (Arno Gimber y José Manuel Rodriguez), en el cual los autores comparan las acciones del franquismo con las llevadas a cabo por la República Democrática Alemana para castigar a ciudadanos disidentes [9].

Del mismo modo que la condena de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa a España, en marzo de 2006, a causa de la dictadura fascista. Condena que, supuso un reconocimiento internacional al caso de los niños desaparecidos del franquismo. Retenidos a madres republicanas o solteras, para entregárselos en adopción a familias defensoras del régimen a cambio de una retribución monetaria. Menores, que, en la actualidad ya son adultos, que desconocen su verdadera identidad, y están siendo buscados por familiares, a través de asociaciones y plataformas de colaboración, ya que resulta patente el olvido por parte de las Administraciones del Estado, para cumplir la obligación de reparación e indemnización por los daños ocasionados. A diferencia de Alemania, que ha llevado a los tribunales a los últimos desertores nazis hasta hace pocos años [10].

En principio podríamos comentar la serie Sin identidad, en la que una chica de 27 años tiene conocimiento que es adoptada en una visita rutinaria a la ginecóloga y ésta le comenta los problemas de su madre, que tuvieron que operarla dos años antes de su nacimiento, tras lo que no podía quedar embarazada. Hecho que no le cuadra y llega a la conclusión que fue adoptada. Acude a su padre a pedir explicaciones y le pregunta por qué no se lo dijeron, a lo que él responde: “Y, eso, ¿qué importancia tiene?”. A lo que la chica vuelve a preguntar: “¿Tan denigrante fue mi nacimiento como para tener que ocultármelo toda la vida?”.  Creyéndose con autoridad para no proporcionarle la información de sus padres biológicos.

Entre las producciones que vamos a pasar a comentar, se encuentran, en principio, La voz dormida (Benito Zambrano, 2011), donde apreciamos que las hermanas que bautizan a los niños nacidos en el pabellón de madres, son las encargadas de controlar que las prisioneras obedezcan la palabra del señor y quien no siga ese camino, será agredida, vejada e insultada. Como a una mujer, a quien una de las monjas grita “roja sacrílega, que no te mereces ni el aire que respiras”, obligándola a besar una figura de Dios en la que no cree. Más que prestarles un servicio, observamos un adoctrinamiento forzado. Escena que terminará con la figura en el suelo, rota, y varias monjas y encargadas agreden a esta mujer con una porra, mientras le expresa “puta, vas a arder en el infierno eternamente, con todos los de tu calaña”. Sacan a la mujer del salón y dirigiéndose a todas las demás, la monja les expresa “en este país no habrá paz hasta que todos los rojos estén en la cárcel o muertos”. Finalmente, una de las encargadas que agredió a esta mujer, le entrega a Pepita el certificado de bautismo de su sobrina. Somos testigos de las humillaciones a la vida humana, pero tras el nacimiento se procede al bautismo del bebé, para que comiencen una formación como “buen cristiano”. Ignorando si los familiares tienen esa creencia o si desean iniciar a un bebé en la religión católica. Mientras que se cumple el mandamiento “Amarás a Dios sobre todas las cosas”, se incumple el relativo a “No matarás”, ya que todas las encerradas terminarán asesinadas a manos de los oficiales. No obstante, una de las encargadas, con algo de humanidad, deja que Hortensia abrace a su bebé hasta el momento de su fusilamiento.

Por estas y otras actuaciones, comprobamos que el amor a Dios es superior al de la vida humana, la cual no tiene precio si no profesan la creencia que imponen, por lo que su dignidad e integridad física parece importarles muy poco. Por tanto, consideraban necesario ultrajar a las prisioneras, forzándolas a realizar actos que no deseaban, porque, lo importante para ellas no era la voluntad o el deseo de los seres humanos, sino imponer la doctrina nacional católica, ya que, a su vez, era impuesto por su superior.

También, podemos hablar de Silencio roto (Montxo Armendáriz, 2004), en la que el teniente de la Guardia Civil obliga a un niño, Juan, a cavar una fosa, con una azada, en la que piensan enterrar a su padre. Expresándole que lo deberá hacer cada día, al salir del colegio, hasta que encuentren a su padre, que no va a tardar en caer. Momento que apreciamos varias veces durante la historia y que al final servirá para enterrar a algunos miembros de la familia, pero no a su padre, que permanecerá con su lucha en el monte. De la misma forma que se desprecia la vida de estas personas, se desprecia su muerte, ya que cualquier lugar les parece normal colocar o introducir los cuerpos de quienes no consideran de interés para la sociedad, como vemos también cuando alguien yace muerto bajo una manta, en un lugar cercano a las dependencias de la Guardia Civil. No conocemos quién es, pero a nadie le importa tampoco, los rostros, los nombres y apellidos, nada que esté relacionado con los antifascistas parece tener valor para los defensores de la dictadura franquista. Son sus objetos, a través de los cuales conseguir su objetivo: imponer la voluntad del dictador, para así terminar con cualquiera que no obedeciese el orden nacional católico.

Como observamos igualmente en El laberinto del Fauno (Guillermo del Toro, 2006), que se repudia a las víctimas del franquismo, por motivos de religión e ideologías, que alejan a las personas. Al comienzo de esta historia, una voz nos relata la huida de una princesa de un mundo subterráneo y por un momento apreciamos unas imágenes de unas vértebras abandonadas, ubicadas en las ruinas de Belchite [11], de forma cruel e inhumana. De la misma manera en que fueron enterrados los cuerpos de las víctimas de la Guerra Civil y posterior dictadura, en fosas comunes, sin merecimiento, por parte de las autoridades, de una dignidad o respeto, porque según su opinión, ese mérito solo lo podía disfrutar los vencedores. Hacia el final de la historia, el oficial del ejército franquista, el marido de Carmen, le expresa al médico que si tiene que escoger, salve al bebé. Ha cuidado a mujer durante su embarazo, forzándola a moverse en silla de ruedas, solo para proteger al niño que llevaba en su interior. Sintiéndose con autoridad para proponer, más adelante, la muerte de uno u otro. Aunque, al descubrir las acciones del doctor, que ha estado ayudando a los republicanos en el monte, procede a quitarle la vida, antes del alumbramiento. De igual forma que, con un tiro, termina con la existencia de Ofelia. Una criatura que no ha tenido culpa de ningún hecho en esa España de dolor y sufrimiento. Ha vivido alejada de odios, rencores o conocimiento de vencedores y vencidos. Simplemente se dejó llevar por su imaginación infantil, como forma de escape de ese mundo de  resentimiento y enemistad causados por las ideologías o repulsiones a determinados colectivos sociales. De la misma manera que podemos apreciar en La lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993) cuando el cuerpo de una niña con chaqueta roja es trasladado en una carreta, entre escombros, por prisioneros de los campos, obviando que se trata de una niña de corta edad, ajena a las ideologías extremistas, cuyo único objetivo es protegerse de la contienda.

Extremismos como el del maestro Enning, en la película Alemania, año cero (Roberto Rossellini, 1948), cuando, tras la Guerra, influye a Edmund, expresándole que los inútiles y enfermos son una carga para el sistema, ya que solo los fuertes vencerán. Siguiendo esta idea, el niño envenena a su padre, y mientras se produce la agonía, no puede mirarlo a los ojos, baja su mirada, ya que no encuentra la valentía para hacerlo. Tras el fallecimiento, los residentes del condominio se plantean qué hacer con el cadáver, si quitarle la ropa o introducirlo en un saco, para sacarlo del lugar. Tras la destrucción de las infraestructuras urbanas durante la II Guerra Mundial, se ha provocado también la pérdida de humanidad y respeto a los cuerpos recién fallecido. En este caso, pretenden introducirlo en un saco, como si de un objeto se tratase. O quitarle la ropa, para quedársela entre todos, ante la ausencia de recursos para sobrevivir, y con la que podrían obtener algo de dinero para comprar en el mercado negro. Finalmente, el niño se dejará caer por unas ruinas, bajo las que yacerá sin su familia, quien realmente no estuvo ahí para educarle en valores de tolerancia y respeto, pues su único interés era sobrevivir y vender su cuerpo a algunos miembros de las autoridades locales. Así, Edmund vivió en silencio, hasta que no pudo con la carga del asesinato de su padre sobre su conciencia y decidió salir de ese mundo de la caridad, la ignominia y degradación humana. Sin embargo, a diferencia de los casos anteriores, a Edmund no le quitaron la vida por odios e ideologías, sino que prefirió desaparecer por voluntad propia, por negarse a pertenecer a ese mundo. Decisión, tal vez, influida por las acciones recomendadas por otros, pero con la que reflexionó sobre cómo reparar un daño atroz. Quizás, después de asesinar a su propio padre, algo surgió en su interior, para descubrir que no podía vivir tras ese acto en su conciencia. A su corta edad, asumió su culpa, a diferencia de aquellos adultos que asesinaron a cientos de personas por obedecer ciegamente a una persona que les imponía una doctrina. Como tenemos también en El niño con el pijama de rayas (Mark Herman, 2008), en la que alguien con la cara cubierta les lanza los polvos con los que van a ser exterminados. Varios planos consecutivos recogen esa frialdad con la que el oficial terminará con sus vidas y los ojos de sorpresa de Bruno durante ese instante. O Amén (Constantin Costa-Gavras, 2002 ),  donde se planeaba el asesinato de miles de personas, gaseados en las cámaras de gas de los campos, donde llegaban en trenes, a ser explotados a trabajar o a morir directamente. Fueran niños, mujeres, enfermos…, con médicos, que experimentaban con ellos, o monjas que eran testigos de todo por estar de acuerdo con el sistema o, quizás, forzadas a ello. A pesar de que religiosos llegaban al Vaticano a informar de lo que sus ojos habían visto y eran ignorados.

Hasta aquí, espero haber movido un poco la reflexión acerca del concepto de dignidad humana y el uso que se le hace al mismo por parte de los diferentes sectores de la sociedad en las películas mencionadas, basadas en la etapa histórica de su apogeo. Algunas de las producciones mencionadas son basadas en aquellos contextos, realizadas años después, aunque Alemania, año cero (Roberto Rossellini), 1948 se rodó en los escenarios originales, de Alemania, destruidos por la II Guerra Mundial. Conflicto, que provocó esta destrucción tanto a nivel de infraestructuras materiales de un país, como a nivel de la moralidad y dignidad humanas.

Referencias:

1. Martínez Bullé-Goyri, Victor M. Reflexiones sobre la dignidad humana en la actualidad. Biblioteca jurídica  virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM,  nº 136, 2013, p. 39.

2. Boladeras, Margarita. Vida, vida humana, vida digna. LOGOS. Anales del Seminario de Metafísica. Vol. 40 (2007), p. 105.

3. Pereira-Menaut, Antonio-Carlos y Pereira Sáez, Carolina.  De nuevo sobre la dignidad humana. Cuadernos de Bioética XXV 2014, 2ª, p.   p. 241.

4. Colina, Carlos. Las paradojas del odio. Razón y palabra, nº 71. (2010).

5. Op. cit. Colina, Carlos.

6. GÓMEZ OLIVER, Miguel., y DEL ARCO BLANCO, Miguel Ángel. El estraperlo: forma de resistencia y arma de represión en el primer franquismo.  Ediciones Universidad de Salamanca, nº 23, 2005, p. 181.

7. Op. cit., GÓMEZ OLIVER, Miguel., y DEL ARCO BLANCO, Miguel Ángel, p.199.

8. Op. cit., Boladeras, Margarita, pp. 106-107.

9. Wamba Gaviña, Graciela. Discursos de la memoria, holocausto y apropiación de hijos, nazismo y dictadura en Argentina. Puertas Abiertas (7). 2011, En Memoria Académica. En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.5732/pr.5732.pdf

10. Rodríguez Arias, Miguel Ángel. 2008, El Caso de los Niños Perdidos del Franquismo. Crimen Contra la Humanidad, Tirant lo Blanch, España. En: http://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=336874

11. Nicolás Messeguer, Manuel. Criaturas de la guerra. Memorias traumáticas de la Guerra Civil en el cine español contemporáneo. Aletria, nº 2,  v. 23, 2013, p. 53. Según indica este autor en la publicación.