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Mitad del Mundo

Hola amig@s, quienes me seguís a menudo sabéis que suelo describir las cosas de forma pormenorizada y con cierto nivel de detalle. El presente blog es sobre Análisis Audiovisual, es cierto, pero no es un secreto que el nacimiento del Cine está relacionado con el Teatro, pues así lo podemos comprobar en la figura de Georges Méliès. Por eso, en esta ocasión voy a comentar mis impresiones sobre una obra de teatro a la que, recientemente, tuve la oportunidad de acudir, titulada “Mitad del Mundo”, escrita por el dramaturgo Pablo Díaz Morilla y que ha sido llevada a los escenarios del Teatro Echegaray (Málaga) bajo la dirección de Fran Perea.

No soy partidaria de las etiquetas, por eso no trato este post como una crítica más o como un análisis, sino una descripción de mis observaciones de esta función teatral. No me encorseto en ningún estilo en particular, pues en mi blog adopto los formatos como mejor estimo conveniente en cada caso. En esta ocasión, estaría más bien relacionado con un comentario reflexivo de los míos. Y estas reflexiones surgen de las dudas, las inquietudes y el caos interno.

Realmente lo que me llevó a interesarme por esta obra era la inquietud por sentir algo, ya que por más libros que leía, más películas que veía o más sitios que visitaba, nada me transmitía nada. Llevaba casi un año y medio desde que terminé la tesis doctoral bastante apática, ensimismada, sin desarrollar la capacidad de emocionarme de verdad, ni en general ni con el arte en particular. Lo que vulgarmente se viene conociendo como “estar seca y vacía por dentro, sin inspiración ninguna para nada y llorar sin fundamento”, para que me entendáis. Los cambios de etapa son malos, muy malos, doy fe de ello.

Pues bien, llegué al sitio media hora antes. Que me altero y sufro con la impuntualidad tampoco es un ningún secreto. Así que, entré al salón casi de las primeras y, durante mi particular cruzada por averiguar cuál era el sillón número 13 de la primera fila, porque no estaban numerados, escuché a un señor que dijo: “desde la segunda fila se ve mejor que en la primera”. Lo que me llevó a preguntarme: ¿Quién le habrá dicho a este señor que yo vengo solo a ver? Pues en fin, yo quería que empezara ya, cuanto antes, bajo el ansia de mirar a los ojos a los actores y desarrollar esa capacidad de empatía que me hiciera sentir algo profundo con su interpretación.

La línea argumental de esta obra plantea un enfrentamiento de Augusto Pinochet con Superman. Según cuenta la historia, Christopher Reeve emprendió una lucha activista. Al hacerse famoso en su papel de Superman, apoyó las Olimpiadas Especiales, colaboró con la fundación americana de parálisis, el medio ambiente y visitaba infantes y personas con enfermedades terminales que tenían como último deseo conocerlo personalmente. Además, en 1987, viajó a Chile bajo la invitación del escritor Ariel Dorfman, con el fin de liderar las protestas contra las amenazas de muerte a escritores, sindicalistas y artistas que se manifestaban en contra del régimen militar de Augusto Pinochet. Y en esta función se materializa un encuentro del superhéroe con el dictador, con huellas del pasado, del poder de la mente y del uso de la palabra para el cambio de actitudes en un criminal. Aquell@s que no hayáis podido ir a verla, os lo habéis perdido, se siente, ya ha tenido lugar la última sesión en la programación del teatro.

Bueno, y concretando con mis observaciones, me llamaron la atención varias cuestiones de las cuales me gustaría destacar algunas que cito a continuación:

En principio, la música, no sé qué guardaba la música, pero conjugada con la sucesión de algunas imágenes en una pantalla superior, algo se me encogió. En segundo lugar, la interpretación de los actores. Otra de las cosas que me había llevado a interesarme por asistir a esta obra de teatro era el acercamiento a la interpretación actoral, porque observando las actuaciones detrás de una pantalla televisiva o cinematográfica no se siente lo mismo. Y como mencioné anteriormente, yo buscaba experimentar algo diferente, fuerte, sentir la interpretación. Lo cierto es que esa capacidad de interpretación, ver sudar a los actores y atestiguar esa pasión transmitida, me puso un nudo en el estómago. Cosa que se complementó con la interacción de los mismos, dirigiéndose al público para el relato de algunas experiencias y hechos relacionados con el contexto socio-histórico.

También me gustaría destacar notablemente la voz de una chica con un tono impresionante, recitando unas letras en forma de canciones en un segundo plano. Lo que hizo que me afloraran las emociones, la sensibilidad a flor de piel y el nudo se me subió a la garganta.

Ello habría que unirlo con una relación de nombres y números de personas que iban siendo citadas, cuyas vidas habían sido arrebatadas vílmente con el único propósito de despojarlos de la capacidad de soñar. Si bien, habría que poner de relevancia que este dictador fue alguien incapaz de soñar, de sentir… y la obra enfatiza la idea de que todo lo que miraba terminaba siendo de su poder, fuera lo que fuera. Tenía a un país comiendo de su mano y su capacidad de liderazgo era evidente en aquellos años. En este sentido conviene citar un momento en particular, me refiero a cuando se puso de manifiesto que la situación de Chile era una “Dictablanda”. Para qué voy a mentir, bajo el conocimiento de la Historia y concibiendo las experiencias dadas a conocer en esta obra de teatro (muerte, dolor, sufrimiento, indiferencia, insensibilidad, miseria humana…), yo ya no podía más y quería llorar. Pero tenía puestas las lentillas y me dije: “tú verás que se te salen, te quedas sin ver y encima, con todo oscuro, cualquiera encuentra las gafas”. Total, intenté calmarme, como suelo decir yo, “para adentro”. Y me vinieron a la mente algunos nombres de películas que relatan aquellos acontecimientos, como «Missing» (Costa-Gavras, 1982) y «Cicatriz (El atentado a Pinochet)» (Sebastián Alarcón, 1996).

No obstante, si esto fuera ya poco, algunas expresiones y diálogos enfatizaron mi capacidad de reflexión. Y con esto me refiero a este comentario: “hay manos para destruir y manos para crear”. Esto me llevó a recordar un blog que había leído hace poco, que aborda la idea de que “Para crear hay que destruir”, pero me pregunté ¿por qué hay que destruir para crear desde cero y no se puede reconstruir curando el daño provocado previamente?, ¿Por qué es más fácil construir algo partiendo de lo sano y es tan difícil recomponer algo destruido ante el dolor generado por la sociedad? Destruir/Crear.

Total, que apareció nuevamente este comentario hacia el final: “hay manos para destruir y manos para crear”. Y no sé por qué, me volvió a venir a la mente otro recuerdo, pero esta vez relacionado con el Cine. Concretamente del Neorrealismo italiano y los escenarios naturales de Alemania que se dan a conocer en la película “Alemania año cero” (1948), dirigida por Roberto Rossellini. Una mostración de que el país se reconstruye partiendo desde, como el propio nombre indica, cero, después de la II Guerra Mundial, en cuanto a infraestructuras, a valores morales/humanos. Y me volví a hacer la pregunta desde otra perspectiva: ¿se puede construir partiendo de la miseria humana o es necesario destruir todo para crear de nuevo?

Al salir del salón, realmente sin palabras porque me sentí desconcertada, fui reflexionando sobre esa misma expresión: «hay manos para destruir y manos para crear» y multitud de preguntas me fueron azotando en cada paso que iba dando. ¿Por qué hay gente tan enferma que crea guerras para destruir sociedades? En fin, no sé, la verdad es que me sentía tan nerviosa que no sabia poner palabras a lo que esa función me había generado. Solo puedo dar las gracias por lo que me transmitió la obra en su conjunto.

Finalmente, me gustaría haceros esa misma pregunta: si hay manos para destruir y manos para crear ¿Qué preferís hacer con vuestras manos?

Y a modo de reflexión final: aunque nos arrebaten las pestañas, nos corten la lengua, nos amputen las manos, observemos la indiferencia de nuestros gobernantes…, jamás nos arrebatarán la capacidad de soñar, porque puede resultar obvio, pero el acto de soñar e ilusionarse trasciende lo materialmente físico.

Gracias por leerme y un saludo amig@s.