El club de los incomprendidos (Carlos Sedes, 2014).

Hola amig@s, después de varios meses de pausa en el blog, sin poder escribir ante el poco tiempo con el que cuento, porque debo dedicarle más a la tesis doctoral, pendiente de entregar en breves semanas y que me tiene ya agotada físicamente, después de 33 meses casi a muerte, vuelvo con una película que he visto este fin de semana, que lleva por título El club de los incomprendidos, una producción española dirigida por Carlos Sedes en 2014.

A grandes rasgos, el argumento tiene como centro a una joven llamada Valeria (Charlotte Vega), que se acaba de trasladar a la comunidad de Madrid tras la separación de sus padres. En su nuevo centro, comienza a frecuentar sesiones psicológicas con el orientador y otros compañeros de clase, que padecen distintos problemas, bien maltrato escolar, ansiedad, dificultad de ser uno mismo… Unas reuniones que, a priori, parecen fastidiosas, pero que terminan convirtiéndose en una auténtica experiencia, que le permite a nuestra protagonista hacer nuevos amigos, conocer el amor, la verdadera amistad, la lealtad, el respeto… Moviéndose por la ciudad de forma dual, es decir, tanto con estos amigos, como con un chaval que la conoce en el metro e intenta camelarla, pero en el último momento, consigue decepcionarla ante una de sus actuaciones negligentes en un accidente, unido a su trayectoria policial, repleta de delitos.

Como mencionamos anteriormente, en el grupo de orientación, Valeria comparte momentos con otros cinco compañeros: Raúl, Meri, Eli, Ester y Bruno, los problemas de cada uno de ellos se entrecruzan y se sentirán parte de una piña, de la que nacen vínculos íntimos (confianza, afecto) en la que se confiesan todo y se defienden; hasta que el amor toca a sus puertas de una manera u otra, y comienzan a florecer los miedos, los secretos, enemistades por la dificultad de los demás en asumir los sentimientos de los otros, mentiras, de la misma forma que en la vida real sucede en la vida de los adolescentes.

A lo largo de la historia, vamos apreciando en qué consisten los problemas de cada uno de ellos: Raúl, debido a la muerte de su padre; Bruno, por consentir que sus otros amigos lo avasallen y la complejidad de frenarlos; Ester, por la ansiedad, provocada por la necesidad de agradar a sus padres y encontrarse inscrita en todo tipo de actividades, que realmente la dejan agotada físicamente y repercute en su rendimiento; Meri, por no atreverse a ser ella misma ni a abrirse socialmente; y en última instancia, tenemos a Eli, que aparenta una chica fácil en cuanto a relaciones amorosas se refiere y su miedo a no encontrar a alguien que la quiera en un futuro. Este personaje de Eli, será la conexión del conjunto del grupo, enamorada de Raúl, al mismo tiempo que Valeria, algo en su interior la hace notar que el chaval está enamorado de ella, aunque el otro intenta darle largas, pero recibe la visita de una amiga llamada Alicia, que parece ser, se fue hace años del centro, va a volver a matricularse en el curso siguiente y la hace dudar en cuanto a la relación con sus nuevos amigos. Incluso, la tarde en la que Meri partirá en el tren a Barcelona, Alicia le comenta que sus amigos se están riendo de ella, puede volver a la estación a comprobarlo, y después del descubrimiento, la anima a irse de marcha juntas. Lo que vemos, parece normal, la figura de esta chica es nítida en las ocasiones en las que aparece, pero nuestra sorpresa vendrá cuando Valeria llama por teléfono a la madre de Eli, le comenta que últimamente trata con su amiga Alicia, y la adulta le expresa que tienen que ir a buscarla rápidamente, porque su amiga Alicia no existe, es producto de su imaginación. Este punto de inflexión en el descubrimiento del problema de Eli, supone un recuerdo al pasado para nosotros, un momento en el que trataremos de hacer memoria, para dilucidar si realmente la figura de Alicia aparecía nítida o difuminada, ya que esto supone un recurso audiovisual que nos da información sobre cómo lo percibía la muchacha. En ningún momento apreciamos que se tratase de un flash back, ni un fantasma, lo que ayudó que creyésemos desde un primer momento, que podría tratarse de una amiga de verdad, que vuelve a reencontrarse con ella. No obstante, el hecho de conocer a partir de ese momento que “Alicia no existe”, es cuando llegamos a conocer su problema de inseguridad, en una escena en la que esa voz le recomienda estar siempre juntas: abandonar y dejarse caer por el puente. Una conversación, en la que se debate con su yo interior, sus miedos, inseguridades, complejidades, y su amiga aquí ya es mostrada como visión, a diferencia de la claridad con la que se nos representaba anteriormente, en plano objetivo, partícipes de su amistad anterior, y en este momento, en plano subjetivo, introduciéndonos en su visión de la figura joven que está observando, que le está tomando la mano, para que se decida a dar el paso final. Hasta que sus amigos la encuentran e intentan protegerla de ese peligroso escenario mortal, por el que penderá durante unos segundos, en lo que los cinco se unirán para cogerla. Finalmente, en grupo aprende a hacerse respetar y abrirse un hueco en su mundo, comportándose tal como es, con confianza en sí mismos.

Como bien dijimos anteriormente, nos encontramos con una película española, y en un tiempo actual en que lo explícito sexual parecer ser tan reiterado en tantas producciones, en esta película no lo encontramos, sino que las escenas en las que se comparten momentos de este tipo se nos transmiten de forma implícita, tras cortinas, cierres de puertas. Si bien es cierto que se produce una brutalidad, ya que el entrenador corre tras Ester y, cuando aparece en escena, está llorando, pero se hace de forma implícita, no se nos muestra ante nuestros ojos la brutalidad cometida, para que sea nuestra mente la que suponga lo que ha podido ocurrir.

Supuestos, aunque en otros contextos, que se llevan a cabo en otras películas españolas de otros directores, como Montxo Armendáriz y su Silencio roto u Obaba, a diferencia de lo explícito de Álex de la Iglesia, Pedro Almodóvar u otras más comerciales. Incluso, y ya para terminar, una película en la que chicos adolescentes presentan miedos y dificultades en su integración social, que guarda similitudes con Las ventajas de ser un marginado, película americana dirigida por Stephen Chbosky en 2012, en la que un chico llamado Charlie, tímido y rechazado, escribe cartas anónimas a una persona, en las que aborda cuestiones como la amistad, los conflictos familiares, las primeras citas, las drogas… y deberá afrontar conflictos, al mismo tiempo que luchar por encontrar un grupo de personas con las que pueda sentirse cómodo.

Sin más, os dejo unos pequeños fragmentos de esta película, tanto del tráiler como de los ensayos, y os animo a verla, porque gana el amor, la comprensión, el cariño, valores casi ausentes en la sociedad actual, tanto en las relaciones, en la amistad, en el apoyo de la familia.

 

 

 

 

 

 

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